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PINTORES DEL MALECÓN POR PARSIVAL CASTRO

 Los pintores del malecón.


A lo lejos, muy lejos, el rio va buscando el mar. 


Con los reflejos del ocaso, las aguas se abren como praderas rosadas, en  un  valle de seda y riveras musgosas.


Los pintores alinean sus caballetes y preparan sus lienzos y cartones. 

Hasta hace algunos años pintaban en la calle 9 de octubre, y la gente los llamaba los pintores de la calle. Felizmente tramitaron un permiso y ahora son los pintores del malecón.


 Edgar dice que desde hace 18 años el siempre pintó en la calle.


Y poco a poco del caos de los primeros trazos va surgiendo el orden de la figura, igual que  en el universo, y en la vida  el orden va surgiendo del caos… 


De lo sin forma, de la cartulina de purísimo blanco, va surgiendo la forma, imaginada en su cerebro…


Talvez la forma sea la huella de lo sin forma, simplemente


. Las líneas parecen surgir espontáneamente de la mano del artista, igual que las flores que florecen espontaneas en los grandes árboles de pomarrosa, al pie del cerramiento que da a la calle.

Lo veo pintar y aprendo. 


A veces saca un trapo para poner una base de color en el rostro, cuidando de reservar los blancos para las partes mas iluminadas.


A veces se detenía para mirar, acentuar el trazo de un ojo para dar ´profundidad a la mirada o corregir unas pestañas. 


No era sólo lograr un parecido con el modelo, sino comprender al Ser que estaba retratando.


 Por esos sus cuadros están llenos de vida. 


Ensaya con tanto cuidado captar esa luz infinita, que alumbra desde el fondo las pupilas.


Hay un esfuerzo por separar lo sutil de la expresión de lo denso de la forma. Talvez adivina que esa es una de las más bellas misiones del arte...


Dibuja y recuerda que estudió en las Bellas Artes. Allí tuvo como maestro a Luis Peñaherrera que le enseñó a proporcionar la figura. Allí también   conoció la obra de Theo Constante.


 El ha ilustrado los libros del historiador Efrén  Avilés Pino, sobre la independencia de Guayaquil.


Los encargos son muy variados. Desde un retrato como regalo de amor, hasta reproducción de antiguas fotografías familiares.


 Sin embargo a veces pinta para su deleite y cuenta que va al cementerio a pintar las estatuas de la puerta Número 3 o imágenes de la pandemia.


 Guarda la esperanza de realizar una exposición, si los Museos le abren las puertas…


De su pequeño baúl saca como un tesoro una revista sobre la estatuaria del cementerio que publicó el municipio, y le digo que la escribí hace ya varios años.


 Entonces nos presentamos con sorpresa,  y  ese detalle nos volvió más amigos.


Arriba en los cielos el sol tiene pinceles  que  pintan de rojos y violetas el firmamento. Una nube descubre aún más el sol y el cielo se desangra en amarillo…


 La tarde se va adelantando para ver dormir al río….


 La gente pasa y pregunta por un  retrato que vale 10 dólares. Si son dos personas en el mismo dibujo lo deja en quince, y si es a color cuesta treinta


Es febrero y el aire trae gotitas que inquietan a los pintores. A lo lejos un arcoíris, duerme meciéndose entre las nubes. Si se desata el aguacero, se acabara el trabajo y habrá que recoger rápido los  caballetes y los cartones.


En la baranda del río, dos novios ensayan un vendaval de besos, que se les habían quedado   dormidos entre sus labios.


 De su cajita de tizas saca un estilete para raspar el polvo naranja que servirá de base al rostro. 


Para utilizar lo más que pueda los lápices que se van acortando de tanto uso, los amarra a un canuto para ahorrar un poco.


La tarde está  iluminada y piensa que debe haber algo que no es la luz sino que es la causa de la luz. 


Observa la quietud de los árboles y piensa que debe haber algo que no es la paz sino la causa de la paz… y así en esta charla sencilla se nos va pasando el tiempo.


En el caballete exhibe algunos carboncillos, que revelan el buen manejo del claroscuro. 


Del buen manejo de las luces y las sombras se crea la ilusión de la profundidad en una cartulina de dos dimensiones.


 Ello caracterizó la novedad de los artistas del Renacimiento.


Se queda hasta las seis y media, hasta cuando, los mosquitos le permitan pintar.


La gente pasa y lo mira. La tarde también pasa y lo mira. Más allá el rio sigue pasando buscando  encontrarse con el mar… 


La vida también se le pasa y él la mira en silencio pasar..







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