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EL BESO QUE CAMBIO EL VIH

 El beso que cambió la percepción del VIH


En mayo de 1983, un grupo de científicos del equipo del Instituto Pasteur de París, publicaron un artículo en la revista Science, sobre el descubrimiento del Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH). Antes de esto, ya había reportes de un cierto “tipo de cáncer” que afectaba sobre todo a homosexuales, lo que fue la primera alerta del Sida (Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida).


Es importante entender la diferencia entre VIH y Sida, el primero es “un microorganismo que, para replicarse, altera y destruye paulatinamente las células de defensa”, mientras que el otro “es la fase avanzada de la infección por VIH en caso de no recibir tratamiento”, según palabras de la OMS.

 

Con el correr de los años y debido al aumento de afectados como de fallecimientos, se empezó a desarrollar un cierto miedo al VIH y sobre todo a quienes lo padecen. De hecho, se generaron toda clase de ideas descabelladas sobre cómo se transmite, que alimentaron prejuicios y estigmas sobre quienes tienen que vivir con este virus, provocando una discriminación hacia ellos.


Por ejemplo, se creía que, por dar abrazos, respirar el mismo aire, tomar del mismo vaso o compartir objetos personas, uno podría contagiarse. Si bien estas ideas erróneas aún perduran en menor medida, en aquellos tiempos la desinformación era muy elevada.

 

Por ello, en 1991 el inmunólogo italiano Fernando Aiuti, decidió desmentir de una vez por todas esta creencia de que el VIH se transmitía a través de la saliva (idea que hasta la OMS defendía). Es por esto que, durante un congreso en Cagliari, decidió besar frente a las cámaras (con mutuo acuerdo) a Rosaria Lardino, una paciente de 25 que padecía el virus. Aunque la imagen causó un revuelo mundial y el médico fue tildado de loco, lo cierto es que jamás contrajo VIH. A pesar de que se realizó estudios de sangre en diferentes lapsos de tiempo, todos dieron negativo.

 

El VIH solo se contagia si se intercambia fluidos como sangre, semen, flujos vaginales y leche materna con portadores del virus, pero nunca por saliva, aire o tacto.


Su valiosa lección al mundo, le valió el título de “el médico del amor”.





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