EL PRIMER AÑO VIEJO DE GUAYAQUIL NACIÓ EN LA BARRIADA DE LA CALLE EL MORRO
Por Pedro Valero Merino, investigador en historia y arqueología
Mucho se ha especulado sobre el origen de la tradición de los años viejos en Guayaquil algunos investigadores establecen antecedentes en la época colonial y otros como el cronista Modesto Chávez Franco en la epidemia de Fiebre Amarilla que asoló al puerto entre 1842 y 1843, mientras que Rodrigo Chávez González, hijo del citado cronista, menciona que se remonta a la década del 70 del siglo XIX; pero el dato más concreto lo encontré en la edición N. 703 del diario El Grito del Pueblo.
Habían transcurrido dos meses del Incendio Grande acontecido los días 5, 6, 7 y 8 de octubre de 1896, la mitad de la ciudad había desaparecido dejando desolación y desmoralización en la población porteña que había visto a su ciudad desarrollarse aceleradamente con el “Boom cacaotero” y luego la vio convertida en cenizas.
De la barriada de la calle El Morro, actual Rumichaca, dos manzanas enteras habían sucumbido bajo las llamas y desde ahí se podía ver la desolación que dejó el fuego en el resto de la ciudad. En esta barriada se construyó un muñeco del tamaño de una persona con una larga barba blanca a quien lo llamaron AÑO VIEJO, era el 31 de diciembre de 1896 y con él nacía una tradición guayaquileña que se extendió con el tiempo al resto del país.
Al monigote lo llevaban montado sobre el cuello de un lugar a otro y finalmente lo pararon en una esquina y lo llenaron de insultos:
¡Ah viejo pillo! Aquí vas a pagar todas las hechas y le daban cada bofetada que resonaba en el barrio.
¡Infame! ¡Incendiario! ¡Miserable! Y poseídos de un furor sin límites se lanzaron sobre el muñeco y lo destrozaron arrojando sus restos al lodo formado producto de las últimas lluvias.
La noticia hubiera pasado desapercibida, sino hubiera sido porque a uno de los participantes del evento se le ocurrió ponerse la lengua barba del muñeco y al grito el viejo ha resucitado los pilluelos o granujas como los calificaba el periodista le dieron una triple revolcada.
El periodista termina la crónica escribiendo lo siguiente: … la verdad es que, si el año terrible de 1896 hubiera tenido forma humana, bien merecía un linchamiento.
Un año después lo realizado por la barriada de la calle El Morro fue replicado por otras barriadas populares de la urbe porteña, acontecimiento descrito por el naturalista italiano Enrico Festa en la noche del 31 de diciembre de 1897.
Antes del 96 el fin de año se lo celebraba con bailes hasta el amanecer, disparos de salvas de artillería, juegos artificiales y repique de campanas.
Fotografía: Año Viejo ganador del concurso auspiciado por Diario El Universo el 31 de diciembre de 1962.
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